Más de 600 millones de jóvenes viven en países frágiles y afectados por conflictos, donde, en muchos casos, la enorme mayoría de la población no ha cumplido los 25 años. Se ha estimado que al final de 2018 había más de 17 millones de menores de 18 años y 5 millones de jóvenes de entre 18 y 24 años desplazados internamente a raíz de conflictos y situaciones de violencia: en total, estos dos grupos representaban más de la mitad de los desplazados internos del mundo. Se piensa que hay también millones de jóvenes desplazados debido a desastres repentinos y de evolución lenta y a otras causas. Las cifras exactas son difíciles de obtener, ya que solo el 14% de los países y zonas con datos sobre los desplazados internos a raíz de conflictos desglosan los datos por edad (Centro de Seguimiento de los Desplazamientos Internos, 2019).
Los jóvenes afectados por el desplazamiento u otras situaciones de crisis tienen vulnerabilidades, necesidades y capacidades particulares. Las crisis limitan a menudo el acceso de los jóvenes a la educación y a las oportunidades de crearse medios de sustento (Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), 2013), obligándolos, por ejemplo, a asumir roles de cuidadores y a ganar dinero para mantener a sus familias (Maguire, 2012). Las comunidades residentes y las autoridades pueden percibir a los varones como amenazas para la seguridad –debido a la posibilidad de que sean reclutados por grupos armados–, mientras que las mujeres suelen ser vistas como víctimas vulnerables. Muchas niñas y jóvenes desplazadas están expuestas a estrategias de afrontamiento dañinas, como la prostitución de supervivencia o el matrimonio precoz (ACNUR, 2013). Véase más información al respecto en el capítulo Género y migración.