La discriminación está estrechamente relacionada con la percepción que se tiene de los migrantes y la migración. Las preocupaciones en torno a la identidad cultural y la mentalidad, especialmente cuando se vinculan con temores relacionados con la seguridad y la estabilidad económica, suelen hacer que los migrantes y la migración sean percibidos como amenazas para la identidad nacional. Estas preocupaciones pueden ir acompañadas de actitudes discriminatorias.
Las autoridades suelen restar importancia a la discriminación contra los migrantes y a la xenofobia que sufren, y a veces incluso la niegan (OIT et al., 2001; Gagnon y Khoudour-Castéras, 2012). En la mayoría de los países, las leyes prohíben la discriminación por motivos de nacionalidad. Sin embargo, en la práctica, dicha discriminación puede seguir produciéndose. Ello resulta significativo, puesto que los efectos que genera dicha discriminación son similares, ya sea esta real o percibida.
Las políticas, las prácticas y los discursos que discriminan a los migrantes consiguen que la cohesión social sea mucho más difícil de alcanzar. La discriminación, al igual que sucede con la xenofobia y el racismo, tanto si tiene lugar en las interacciones cotidianas como en entornos institucionales, excluye a los migrantes y alimenta las tensiones (véase Efstratios, Anastasios y Anastasios, 2014). Además, crea sociedades desiguales, intolerantes y fracturadas, en las que los problemas persistentes en torno a la integración de los migrantes corren el riesgo de derivar en tensiones, malestar y violencia.
El hecho de no abordar la discriminación supone un incumplimiento de los compromisos internacionales (véase más información relativa a cómo el derecho internacional sobre migración se funda en el principio de no discriminación en el capítulo Derechos humanos de los migrantes: panorama general). De igual modo, también puede tener consecuencias no solo para los migrantes, sino también para el país. Por ejemplo, puede limitar la cohesión social en el país e impedir que este alcance sus objetivos en materia de migración y otros ámbitos de política —como los objetivos de desarrollo o los relacionados con el mercado laboral—, ya que puede hacer que los migrantes y sus familias se trasladen a otros países en los que sean mejor acogidos.
Las medidas contra la discriminación pueden requerir la realización de cambios legales, normativos e institucionales para eliminar las barreras que impiden que los migrantes accedan a la información, los recursos y los servicios. Estas barreras pueden ser legales, administrativas o prácticas. Asimismo, entre las medidas contra la discriminación también se puede incluir la promulgación de una legislación que evite y sancione la discriminación. Además de hacer frente a los discursos y delitos de odio, es necesario llevar a cabo este tipo de iniciativas a fin de prohibir, prevenir y abordar la discriminación en las escuelas, el mercado laboral, los servicios, etc. (véase un ejemplo sobre una línea de asistencia telefónica y un mecanismo de remisión cuyo objetivo es luchar contra la discriminación en el ámbito de la vivienda en Enfoques sectoriales de la integración). Es preciso desarrollar medidas complementarias contra la discriminación con el fin de controlar y hacer un seguimiento del cumplimiento del marco legislativo. No obstante, si bien los mecanismos para imponer penas y sanciones resultan indispensables para afrontar, corregir y sancionar los actos discriminatorios, los marcos de lucha contra la discriminación no pueden fundamentarse únicamente en ellos. Así pues, también se deben identificar y ensalzar las recompensas positivas que se hayan concedido a aquellas personas que hayan llevado a cabo planes o acciones de lucha contra la discriminación en los ámbitos social, económico o institucional.