Las adolescentes y las mujeres jóvenes constituyen una parte importante de la población de migrantes jóvenes. Sin embargo, su experiencia migratoria se pasa a menudo por alto, tanto en la política como en la práctica. En particular, muchas migrantes jóvenes y adolescentes tienen dificultades en las edades de la transición crucial de la escuela al lugar de trabajo, y, con frecuencia, dependerá de factores sociales y culturales que gocen o no de igualdad de género en el acceso a la educación, el empleo fuera del hogar, las condiciones de trabajo, la protección social, la salud y otros servicios (véase más información sobre las normas y factores de género en el capítulo Género y migración).
Debido a las expectativas familiares, es más probable que las mujeres jóvenes se queden en casa y asuman el rol de cuidadoras, mientras los varones jóvenes parten a trabajar y ganar un ingreso en otro lugar. Por consiguiente, las jóvenes y adolescentes tienen menos probabilidades de terminar sus estudios y de encontrar luego un trabajo decente, quedando expuestas a un mayor riesgo de explotación y abuso, incluida la trata de personas (véase el capítulo Trata de personas y formas conexas de explotación y abuso).