Las adolescentes y las mujeres jóvenes constituyen una parte importante de la población de migrantes jóvenes. Sin embargo, su experiencia migratoria se pasa a menudo por alto, tanto en la política como en la práctica. En particular, muchas migrantes jóvenes y adolescentes tienen dificultades en las edades de la transición crucial de la escuela al lugar de trabajo, y, con frecuencia, dependerá de factores sociales y culturales que gocen o no de igualdad de género en el acceso a la educación, el empleo fuera del hogar, las condiciones de trabajo, la protección social, la salud y otros servicios (véase más información sobre las normas y factores de género en el capítulo Género y migración).

Debido a las expectativas familiares, es más probable que las mujeres jóvenes se queden en casa y asuman el rol de cuidadoras, mientras los varones jóvenes parten a trabajar y ganar un ingreso en otro lugar. Por consiguiente, las jóvenes y adolescentes tienen menos probabilidades de terminar sus estudios y de encontrar luego un trabajo decente, quedando expuestas a un mayor riesgo de explotación y abuso, incluida la trata de personas (véase el capítulo Trata de personas y formas conexas de explotación y abuso).

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Fuente

OIM, 2018.

Aunque los hombres jóvenes y adolescentes tienen más probabilidades de migrar, las presiones sociales y familiares inciden también en la migración de las mujeres jóvenes. Por ejemplo, alentadas por los padres, muchas hijas sumisas migran en busca de trabajo en los sectores tradicionalmente femeninos para mejorar la situación socioeconómica de la familia (ONU-Mujeres, 2017). Aun así, el aumento del número de hogares encabezados por mujeres ha puesto en entredicho los roles de género tradicionales, especialmente en lo que respecta a la adopción de decisiones. Un número creciente de mujeres se están haciendo cargo del hogar y están realizando tareas que tradicionalmente correspondían a los hombres, sin dejar de cumplir sus funciones de cuidadoras (OIM, 2012).

La decisión de retornar al país de origen también puede depender del género del migrante. Por ejemplo, el retorno de una mujer joven podría ser determinado por la familia, especialmente si ha alcanzado la edad de contraer matrimonio y tener hijos, o si ha habido una muerte o una crisis en el hogar. Las políticas que restringen las posibilidades de embarazo de las migrantes pueden ser otro motivo para el retorno. Por su parte, los migrantes varones tienen más capacidad de hacer valer su independencia en la decisión de seguir trabajando en el extranjero, pero también pueden sentirse obligados a regresar en caso de crisis (véase el capítulo Retorno y reintegración de migrantes).