El género desempeña un papel importante en la decisión de migrar. Al mismo tiempo, los factores que propician la migración tienen efectos diferentes en los distintos grupos de género. Pero además los propios factores tienen sesgos de género. Por ejemplo, en la mayoría de las situaciones, las normas sociales de género asignarán de preferencia a los hombres la función de mantener a la familia, dándoles también un mejor acceso a la información y los recursos necesarios para migrar. Por otra parte, una combinación de factores sociales (como los roles de cuidado de la familia) y de razones culturales y a veces religiosas reduce el acceso de las mujeres a la información y los recursos requeridos para migrar, y las expectativas de que lo hagan (OIM, 2012; Instituto de Estudios sobre el Desarrollo (IDS), 2016).
Las responsabilidades de cuidado de la familia tienen repercusiones de género. Piénsese, por ejemplo, en el caso de las parejas que tienen un hijo en el país de destino. Las mujeres suelen ganar menos que sus maridos, por lo que parece lógico que el padre siga trabajando, para que lleve a casa un ingreso más alto. Esto reduce el acceso de la mujer al mercado laboral y sus posibilidades de avanzar en su profesión. Otro ejemplo es el caso de un hombre casado que migra solo. Las responsabilidades de la esposa que permanece en el país de origen aumentan, al tener que cuidar tanto a su propia familia como a los parientes políticos, lo que reduce su disponibilidad de tiempo y sus posibilidades de avanzar en su carrera laboral.