La asistencia humanitaria tiene por objeto salvar vidas y aliviar el sufrimiento durante una situación de emergencia y en el periodo inmediatamente posterior. Se centra principalmente en las personas y procura atender sus necesidades y reducir sus vulnerabilidades. No tiene por objeto modificar la dinámica estructural y contextual que posiblemente contribuya a la inestabilidad. Tampoco pretende ser sostenible a mediano y largo plazo en las situaciones de crisis prolongada. En cambio, la asistencia para el desarrollo apoya las estructuras y los sistemas que promueven el desarrollo económico, institucional y social, crea la capacidad para construir comunidades resilientes y medios de subsistencia sostenibles, y se concentra de preferencia en las esferas en que las intervenciones beneficiarán al mayor número de personas. Las diferentes formas de asistencia tienen, con frecuencia, componentes tanto humanitarios como de desarrollo.
Los principios de trabajo, mandatos, valores y supuestos diferentes de los agentes humanitarios y de desarrollo plantean retos fundamentales que ambos campos se esfuerzan por superar en las situaciones de crisis y posteriores a una crisis. Por otra parte, la independencia de los dos campos es necesaria. Dado que la asistencia para el desarrollo se presta principalmente a través de los gobiernos, si la asistencia humanitaria se alineara con los objetivos políticos y de desarrollo correría el riesgo de politizarse (Consejo Internacional de Organizaciones Voluntarias, 2018). La asistencia humanitaria tiene que ser rápida, flexible, ágil y tolerante al riesgo, lo que la asistencia para el desarrollo —con su aversión intrínseca al riesgo— no puede ser.