Con el aumento de los movimientos migratorios internacionales, los hogares se han vuelto más globales, creciendo el número de familias transnacionales que tienen miembros repartidos en distintos países. Aunque los migrantes también viajan solos para aprovechar oportunidades de educación o de trabajo en otro lugar, a veces la decisión de alejarse de la familia no es la opción preferida.
Los migrantes que desean partir junto con sus familiares, o ser alcanzados por estos en seguida, pueden encontrarse con políticas de inmigración u otras circunstancias que les impidan hacerlo y conduzcan a la separación (Hallock y otros, 2018).
En algunos casos, los migrantes deciden partir sin los hijos. Los migrantes temporales y los trabajadores menos calificados se ven obligados, con gran frecuencia, a dejar a los hijos en el país de origen. Los migrantes calificados y los que se asientan de forma permanente suelen poder llevar a los hijos consigo, o reunirse con ellos posteriormente. Sin embargo, incluso cuando es posible llevar consigo a los familiares, la decisión de hacerlo depende de los recursos disponibles y de la configuración de la familia en el país de origen.
Otras veces, los migrantes optan por enviar a los hijos de vuelta al país de origen. Esto puede deberse a las dificultades para acceder a servicios de cuidado de niños en el país de residencia, como resultado del limitado apoyo público, especialmente en los primeros años después de la llegada, de los costos de esos servicios y de la ausencia de una red familiar extensa, sobre todo para los migrantes sin sueldos altos (Wong, 2014). La decisión de enviar de vuelta a los hijos puede tener que ver también con una crisis económica en el país de destino, cuando, debido a los altos niveles de desempleo, los padres tienen que trabajar más horas o necesitan una mayor movilidad para buscar trabajo (Herrera, 2012).
Con respecto a los menores no acompañados, véase el capítulo Migración de menores.