Muchos niños migrantes están expuestos a la violencia, la explotación y los abusos tanto durante su travesía como en su lugar de destino. Algunos de ellos mueren a manos de los traficantes o tratantes, mientras que otros se ahogan en el mar. De igual modo, otros son obligados a participar en actividades delictivas durante sus travesías. Por su parte, las víctimas de la trata suelen ser vendidas en numerosas ocasiones a lo largo de sus travesías migratorias y sufrir abusos físicos y sexuales. Además, los menores pueden ser captados para la explotación o la trata de personas antes de su partida, durante su travesía, después de la llegada e, incluso, una vez han obtenido un permiso de estancia en el país de destino o tras su retorno, traslado o reasentamiento. Los raptos de niños y niñas por parte de fuerzas y grupos armados con el fin de reclutarlos y utilizarlos durante los conflictos son frecuentes y han sido debidamente documentados (OIM y UNICEF, 2017).
Los niños han de hacer frente a la violencia, la explotación y los abusos infligidos por parte de personas con las que se encuentran en el país de origen, el país de tránsito y el de destino. Estas personas pueden ser empleadores, transportistas, traficantes y tratantes. En algunos casos, los menores pueden estar en una situación de riesgo como consecuencia de los adultos que los acompañan, incluidos los cuidadores o los padres. Asimismo, pueden ser objeto de diferentes tipos de conductas de indiferencia o de abuso por parte de los funcionarios estatales, en particular la policía, los guardias de fronteras, los oficiales de inmigración y el personal de los centros de acogida o detención. La explotación de los menores puede estar organizada por las propias familias, por pequeños grupos delictivos o por redes delictivas a gran escala.