La eficacia del sistema de gestión de fronteras depende en gran medida de las normas y los procedimientos escogidos para controlar el cumplimiento de las condiciones en que se autoriza la entrada. En algunos Estados, esta responsabilidad está dividida entre los órganos encargados de la gestión de las personas, las mercancías, los buques y vehículos y las aeronaves. Sin embargo, puede haber también una superposición de responsabilidades. Por ejemplo, los oficiales de inmigración se encargan principalmente de la gestión de las entradas de personas y su estancia, pero algunos pueden estar también facultados para controlar mercancías y vehículos, si sospechan que pueda haber de por medio drogas, armas, víctimas de la trata de personas o el tráfico de migrantes o migrantes en situación irregular.
Los organismos encargados de la gestión de fronteras despliegan normalmente a sus oficiales en las fronteras o en las cercanías de estas. Aunque todas esas fronteras –terrestres, aéreas y acuáticas– están vigiladas y controladas, no todos los puestos de control fronterizos o pasos fronterizos tienen instalaciones y un personal de seguridad de fronteras asignado. En general, los lugares en que hay personal de seguridad de fronteras y existen instalaciones para controlar los pasaportes y los visados se denominan puntos de entrada y son los sitios en que se puede entrar legalmente en un país. A tenor del Reglamento Sanitario Internacional de 2005, un punto de entrada es “un paso para la entrada o salida internacionales de viajeros, equipajes, cargas, contenedores, medios de transporte, mercancías y paquetes postales, así como los organismos y áreas que presten servicios para dicha entrada o salida” (Reglamento Sanitario Internacional, 2005). Normalmente hay tres tipos de puntos de entrada: los aeropuertos, los pasos fronterizos terrestres (ferrocarril, carretera) y los cruces de fronteras acuáticos (puertos marítimos, fluviales y lacustres).