Las personas pueden verse obligadas a partir por un desastre repentino o por un fenómeno de evolución lenta. La mayoría de los desastres se producen en contextos frágiles, en que la degradación de los recursos ambientales y naturales aviva conflictos latentes o ya existentes, y en que los efectos de las amenazas son más graves y duraderos para los sectores más vulnerables. Las medidas de reducción del riesgo de desastres y de adaptación al cambio climático pueden atenuar el impacto de las amenazas naturales y antropógenas en las poblaciones humanas, reduciendo así el riesgo de desplazamiento, o mitigando sus repercusiones, cuando se produce.
El fortalecimiento de los medios de subsistencia es un modo fundamental de aumentar la resiliencia de las comunidades vulnerables ante los retos ambientales, y suele ser una parte importante de la adaptación al cambio climático, sobre todo (aunque no exclusivamente) en las zonas rurales. Las medidas pueden incluir la introducción de variedades de cultivos adaptadas a las condiciones locales, el fomento de una diversificación sostenible de los ingresos o la capacitación en las competencias adecuadas.
Las medidas de preparación para casos de desastre ayudan a reducir la probabilidad de que los desastres, cuando ocurran, generen una situación de vulnerabilidad aguda para los desplazados. Los elementos clave de la preparación para casos de desastre son los sistemas de alerta temprana, los planes de evacuación y la acumulación de existencias (el aprovisionamiento estratégico preventivo para una emergencia). Además, hay muchas maneras de contribuir a que las respuestas humanitarias presten una asistencia eficaz a las poblaciones desplazadas. Véase la información más detallada sobre la prevención y la preparación, la respuesta humanitaria y las soluciones duraderas al desplazamiento que figura en el capítulo Prevención, preparación y reducción de riesgos.